22. En casa, Amy saca las fotos del cajón de fósiles y las revisa una por una, buscando pistas sobre el tumor. 

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En casa, Amy saca las fotos del cajón de fósiles y las revisa una por una, buscando pistas sobre el tumor. Comienza por el principio. La primera es de Navidad, del tipi de nailon de un metro y medio que arman los papás todos los años en Nochebuena al lado del árbol. Todos los años en Nochebuena las chicas pueden pasar la noche dentro del tipi mientras Papá Noel y los renos viajan por el mundo. La idea siempre es quedarse despiertas toda la noche, porque además es la única noche del año en que hasta la mamá dice que no hay hora de dormir. En el suave resplandor de las lucecitas colgadas en el árbol, difusas por la tela del tipi, Amy ve brillar los ojos grandes y marrones de su hermana. Siempre que lo permita Amy, Zoe recita su lista para Papá Noel: películas de Disney, peluches, My Little Ponies, una casita del árbol, un trampolín, un perrito, galletitas Goldfish, una coronita de princesa, un libro sobre los perritos, una correa con brillitos y colores, calcomanías de perritos, una pistola de agua.

Como la letra de Zoe no es tan legible todavía y como Zoe tampoco sabe deletrear, Amy es la que hace las listas. Amy insiste en poner perrito dos veces para que Papá Noel sepa que es importante.

Y de hecho, en el momento en que saca la primera foto de Zoe, ella está en el estudio, hundiendo la cara en el pelo negro brillante del pequeño terrier escocés.

Para cuando aterricen los renos arriba de la casa y Papá Noel baje a comer las galletitas y tomar la leche que le ponen arriba de la chimenea, las chicas se habrán dormido. Zoe se duerme primero después de una lucha prolongada. Amy se hace la que duerme profundamente. Pero en realidad vigila, protege el cuerpo pequeño y caliente de su hermana, acurrucado contra ella, respirando rápido, frotándose los pies, una pelotita palpitante de puro deseo. Después, paulatinamente, Zoe se da por vencida. Y Amy se deja seguirla.

Como por arte de magia, el tipi siempre les queda perfecto a las chicas, aunque crecen.

Amy agarra la foto por la punta de la línea blanca y dura del fondo y se la acerca a la cara, tratando de pensar. Mentalmente, compara el latido del corazón de la hermana con los tirones y sacudidas de su cuerpo durante un ataque. Se fija en la foto para ver si se ve. ¿Por qué a Zoe le salió un tumor, y a ella no? Las chicas casi siempre se enferman al mismo tiempo: varicela, estreptococo, resfríos. Y en realidad les divierte porque el papá les lee historias divertidas, como la historia sobre el pato que se transforma en cisne, y la mamá les trae vasitos de jugo Tang.

A menos que Amy tenga un tumor en el cerebro y no lo sepan. En ese caso, su personalidad ya estaría cambiando. En ese caso, puede que ya esté en proceso de transformarse en otra persona por completo, pero nadie se dio cuenta, y Amy no puede darse cuenta porque es su cerebro el que cambia.

Amy remplaza la foto del tipi en la carpeta de papel manila. Examina todas las fotos de su casa, buscando los orígenes del tumor: la despensa con la luz encendida; la cocina; el comedor mirando hacia el living para que no se vean los platos con los naufragios y los chicos que se ahogan; el largo banco de iglesia de roble en el living en donde no se sienta nadie; el árbol gigante en el jardín del fondo con el sol atrás; el estudio del papá que ocupa casi la tercera parte de la casa; la larguísima entrada para el auto y al fondo fondo, la cochera como una casita separada, con el aro de básquet que está colgado del revestimiento blanco que se descascara; los abrigos en el zaguán; el cuarto de las chicas que tiene la línea invisible por el medio que divide el orden del caos, el escritorio de la mamá en el pasillo, entre la habitación de los papás y la de ellas; la habitación de los papás; en el baño, la bañera llena de burbujitas, de justo antes de que entre la mamá.

Después revisa todas las fotos que tiene de Zoe: Zoe en un vestido rojo que tiene la pollera con tanto vuelo y la cinta blanca en la cintura chiquitita, con la cartera blanca peluda en una manito y una gorila de plástico en la otra, su pelo todo alborotado y enredado, y la sonrisa que siempre hace cuando le dicen que sonría, que es más un ceño fruncido que una sonrisa. Zoe vestida de pionera cuando hicieron la Carrera de la Tierra en el colegio, con un delantal blanco y una papalina negra, las manitos juntas sobre las piernas, aunque ya se está levantado del piso como si estuviera por echarse a correr. Zoe en la base de la escalera para la Silver Bullet en Big Splash justo antes de que las dos subieran y Amy le pasara la cámara al papá. Zoe con los rosales al lado de lo de los abuelos. Amy recuerda la textura de los pétalos entre sus dedos como si fueran de terciopelo y piensa en esa dulce fragancia, apenas perceptible.

Revisa y revisa como hacen los médicos con las fotos de los TAC, pero sigue no viéndolo, aunque sabe que tiene que estar ahí.