1. Aunque sabe que no le tienen que gustar, a Amy le gustan los tornados.

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Aunque sabe que no le tienen que gustar, a Amy le gustan los tornados. Aun de día el cielo se pone negro y las calles se vacían. El viento levanta las hojas del arce plateado, y brillan por debajo.

Si hay aviso de tornado, no lo hacen. Pero si hay alerta, si suenan las sirenas, ahí sí, las chicas van hasta la despensa de la cocina, en donde se meten entre las latas y las cajas y los cartones y esperan hasta que la mamá les diga que se puede salir. La despensa es el único lugar en toda la casa que no tiene ventanas. Hay que evitar siempre las ventanas cuando vienen los tornados porque lo que más les gusta a los tornados es romper vidrios, y si pasa eso, es casi inevitable que te lastimes.

Cuando suenan las sirenas, Amy se pone en marcha. Tiene todo un sistema. Cada una puede llevar tres juguetes, sólo tres, y Amy se hace cargo de la linterna porque por ahí Zoe la va a romper. Zoe siempre se demora con las muñecas, le da pena tener que elegir algunas y abandonar a las demás. Pero Amy le explica que en la vida hay que tomar decisiones, y al final Zoe siempre decide, aunque a veces trata de hacer trampa, escondiendo más juguetes de los permitidos en los bolsillos de sus pequeños pantalones.

Si Amy la descubre, Zoe se mata de risa o estalla en lágrimas. Amy la descubre siempre. Pero después la tranquiliza también, y juntas se arrodillan sobre el linóleo, cierran la puerta y esperan.

Cerrada la puerta, las muñecas de Zoe se ponen a charlar. Muchas veces hablan sobre el clima. Amy sólo escucha, deja que sus propias muñecas descansen, siente en la mejilla la respiración de su hermana: caliente, apurada. Si no se cortó la luz, Amy insiste en que la apaguen igual. De a poquito le agarra un sueño como cuando van en auto. Cuando van en auto, Amy, al contrario de Zoe, preferiría no llegar, preferiría seguir y seguir y seguir, y cuando hay un tornado no quiere que saquen el aviso nunca, porque entonces la puerta de la despensa se abre y las ollas y los cuchillos colgados sobre sus cabezas en los ganchos de la puerta destellan y tiemblan como si quisieran caerse. Y la mamá se inclina y agarra a Zoe, y se la lleva.